Cholas de Piedra
Educadora: Carolina Marchán
Niños y niñas: Ana Sofía, Isabella, Bastian, Antonia, Julián, José Miguel
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En las Cholas de Piedra, perecen las aguas de las lagunas de alta montaña del Parque Nacional El Cajas, movidas con el gran río Machangara hasta la laguna Machangaracocha. El cauce del río Machangara atraviesa los cerros vecinos, en paralelo con otros tres ríos animados que desembocan en el valle que da forma a la ciudad de Cuenca. Una figura central en este lugar es un monumento llamado Cholas de Piedra (en inglés, Stone Dolls), símbolo de la subjetividad andina mestiza (mezcla) y el importante trabajo de las mujeres, las “Cholas Cuencanas”, que caracterizan tanto a esta comunidad rural como a la ciudad.
En el jardín de las Cholas de Piedra, nuestras intenciones pedagógicas ocasionan una invitación a lxs niñxs a notar las huellas de otros, que a menudo son invisibles y devaluados por nosotros. Por ejemplo, nos encontramos con plumas blancas y telarañas vacías que los pájaros y las arañas han dejado atrás. Nos correspondemos con estos hallazgos utilizando hilo y tejido como lenguajes para pensar con / a través de historias especulativas sobre las criaturas que se han ido y lo que podría ser necesario para su regreso. En los Andes, las prácticas de tejido tienen un largo hilo ancestral que se va tejiendo a través de generaciones, una fibra conectora que reúne y acerca a las mujeres, como las Cholas Cuencanas, en un diálogo. El hilo es un lenguaje material con gramáticas que nos permiten activar procesos curriculares que entretejen historias y correspondencias entre niños, niñas, educadores, criaturas ausentes y presencias ancestrales. A través de estos procesos, intentamos experimentar nuevas gramáticas y lenguajes que relatan el mundo y a nosotros mismos de manera diferente.
ENCUENTROS CON AUSENCIAS: NOTANDO LA IMPERMANENCIA Y REALIZANDO MAPEOS DE LOS DIÁLOGOS EN EL JARDÍN
En el jardín “Cholas de Piedra” experimentamos con condiciones que pueden alterar las divisiones entre naturaleza y cultura, las que surgen cuando el niño se posiciona como único protagonista. Hemos tomado una decisión pedagógica de pensar juntos cómo podríamos mantener redes de diálogo con otros que han desaparecido en este jardín.

La presencia de niñxs en un jardín ya habitado, genera un diálogo sobre los problemas que plantea este jardín y lo que hay que remover en nombre de la seguridad.
Dos perros grandes son enjaulados, las abejas y sus colmenas son retiradas, los insectos “molestos” son aplastados y los materiales se vuelven a configurar para garantizar un espacio educativo hecho para lxs niñxs.

Prestamos atención a las telarañas en las que viven las arañas. Nos atrae el tejido de la red. Las telarañas son como hamacas tejidas y pegajosas que sostienen lo que se acerca, una figura que imaginamos que podría ayudarnos en una lucha por mantener presencias impermanentes en el jardín.
Carolina (la educadora) comparte con lxs niñxs que su familia tiene una larga historia de tejido. Ella comparte con ellos recuerdos de tejer con su abuela y otras mujeres junto al río Tomebamba de Cuenca.
Las prácticas de tejido tienen un largo hilo ancestral que se va tejiendo a lo largo de generaciones en los Andes, una fibra que conecta, que reúne y une a las mujeres en un diálogo, conversaciones que toman vida en los bucles, ganchos y enredos en la confección del tejido.
Trabajamos con hilo para pensar en las preguntas de lxs niñxs. El hilo, es un lenguaje que posibilita tertulias pedagógicas que nos unen a este lugar. Un material con gramáticas que puede tejer conversaciones y correspondencia entre niñxs, educadoras, arañas desaparecidas, insectos y pájaros.
Encontramos al hilo a través de su abundante longitud: hilos largos que lxs niñxs extienden y enredan. El hilo se encuentra con las piernas, se enlaza con los tocones de los árboles, se enreda en las manos y realiza extrañas figuras cambiantes con los cuerpos en movimiento, encuentros y disyunciones. Cuando estas redes de hilos largos se colocan en el suelo y se ven desde arriba, se convierten en un mapa arial.



Con más plumas encontradas en el jardín, una pregunta emerge: “si los insectos viven ahora dentro de los cuerpos de las aves, ¿traerán los pájaros a los insectos de regreso?” Algunxs niñxs suponen que si las aves tienen un hogar adecuado (como las telarañas que las arañas tienen aquí en el jardín), entonces podrían dejar que los insectos se queden. Antonia propone, “podemos hacer nidos para que los pájaros tengan su propia casa y no se coman los insectos del jardín”.
Con hilo, volvemos a intensificar las relaciones entre los pájaros, las arañas y los insectos que problematizan a lxs niñxs.

Nos tomamos en serio la propuesta de Antonia y la hacemos extensiva a lxs demás niñxs. Juntos usamos hilo y cabuya para trenzar pequeños nidos con la esperanza de que los pájaros regresen.
Juntos nos preguntamos si los pájaros vendrán y si los insectos serán cargados en sus barrigas.
Manteniendo el diálogo con los pájaros y los insectos que se han ido, nuestro tejido diario continúa y los nidos se acumulan en lo que lxs niñxs ahora llaman “una ciudad para los pájaros”.
Lxs niñxs anuncian que esta ciudad es una invitación para su regreso.




Tomando la propuesta, de que la colección de nidos se está convirtiendo en una “ciudad para las aves”, pensamos juntos en lo que podría ser necesario para crear una ciudad hecha particularmente para las aves.
Comenzamos la planificación de la ciudad, dibujando colectivamente un mapa emergente que se superpone con los nidos que hemos trenzado. Recopilamos varios mapas de Cuenca, papel cuadriculado grande, tizas, reglas y equipo de geometría para comenzar nuestros planos.


¿Cuáles son los diseños arquitectónicos necesarios para una ciudad de aves?
¿Qué necesita un pájaro para vivir bien en esta ciudad?
¿Cuáles son las características, cualidades y diseño de una ciudad de aves?
¿Qué significa esto para los insectos?


José Miguel nos dice que los pájaros necesitan un lugar seguro, porque Lia y Max (los perros de la casa) cazan a los pájaros que vienen al jardín.
De paso nos anuncia que esta es la razón por la que solo encontramos plumas en el jardín.

Mientras dibujan, lxs niñxs proponen que la ciudad de las aves debe diseñarse a gran altura del suelo, para que las aves se mantengan a salvo de los perros, Lia y Max. Isabella nos dice que los pájaros deberían vivir “en una gran ciudad, con muchas casas y árboles. Estarán a salvo y nadie se los comerá “.
Los dibujos de lxs niñxs se vuelven más altos, con árboles de gran alcance y vecindarios de casas que están fuera de su alcance. Queda claro que una ciudad a nivel del suelo no es segura para todos los animales.

Decidimos añadir otros elementos a la ciudad. Hacemos pequeños insectos y casas para las arañas.
Nos preguntamos qué inconvenentes o desconcertantes convivencias podría generar esta ciudad en crecimiento al volverse hospitalaria para pájaros, insectos y arañas que ya mantienen relaciones tensas en el jardín.

¿Qué diálogos podrían emerger
en los mapeos si continuamos
presenciando insectos, pájaros
y arañas desaparecidas?















Mia sugiere “sorprender a los pájaros” con casas increíbles y desconocidas.
Tomados por la inesperada idea de Mia de “sorprender” a los pájaros, buscamos la ayuda de las familias para inventar juntos “casas sorpresa”.
Proponemos a las familias que se queden en lo que podría ser un paisaje urbano misterioso (o incluso extraño)- pensar y crear casas para pájaros más allá de las estructuras de una casa que ya conocemos.
A través de los dibujos y co-construcciones de lxs niñxs, el paisaje de la ciudad se complejiza y emerge en el proceso.

Probamos posibles arquitecturas para una ciudad que sea hospitalaria con estas diferentes viviendas en un espacio compartido.


Lxs niñxs notan más insectos en el jardín. Están desconcertados y preocupados por la posibilidad de que los insectos puedan tener el mismo problema que las aves: el nivel del suelo no es seguro. Sugieren que los insectos también deben vivir muy por encima del suelo y lejos de Max y Lia.




Lxs niñxs recortaron sus dibujos y los colocan a lo largo de los pliegues superiores de los árboles Cycas.
Los Cycas o árboles de ‘sagú’ tienen una presencia particular en este jardín. Exportados a Ecuador desde Japón, este árbol es altamente tóxico si se consume. El árbol Cycas es especialmente peligroso para Max y Lia, ya que los perros a menudo se sienten atraídos por el sabor de sus semillas venenosas.
Debido a su toxicidad, el árbol Cycas requiere atención y cuidado duraderos cuando los humanos lo utilizan. Las relaciones de cosecha implican la extracción de “sagú” o almidón del árbol Cycas. Este es un proceso delicado y dedicado que implica cortar, machacar, secar y varias fases de lavado a fondo para eliminar las toxinas mortales antes de que se puedan usar las fibras. Trabajar con los generosos pliegues del árbol Cycas junto a lxs niños es arriesgado y requiere un cuidado sostenido similar.
Al encontrar el árbol Cycas con lxs niñxs a través de su tronco único, sus fibras gruesas y superpuestas se convierten en cunas tóxicas para las casas y los nidos de la ciudad. El árbol Cycas teje otra capa a los complejos diálogos con los que estamos sintonizando en el jardín.
Lxs niñxs deciden que los nidos de los pájaros y las otras casas que no están hechas de papel también deben unirse a la ciudad en los árboles Cycas. Lxs niñxs especifican que, aunque las aves, los insectos y las arañas comparten la misma ciudad, viven en casas distintas y separadas. Algunas de las casas son difíciles de colocar tan alto.
Notamos que las arañas también construyen sus casas sobre el suelo, a lo largo de las finas agujas de las ramas del árbol Cycas.
Con hilo, volvemos a tejer telas de araña como prototipos en el árbol Cycas.

