Cuando uno de los jardines de la escuela itinerante entra en cuarentena, se ponen en movimiento las canastas errantes. Las canastas errantes llevan propuestas curriculares, las cuales apoyan la continuación de las conversaciones que existen en cada jardín. Las canastas viajan a cada una de las familias participantes y llevan artefactos y materiales para ayudar a los niños y niñas a conectarse con dichas propuestas. Luego de un par de días, las canastas regresan a la educadora, quien, a través de un proceso de interpretación pedagógica e ideación curricular, las reorganiza. Posteriormente, las canastas errantes reorganizadas, viajan nuevamente, solo que esta vez también llevan historias, artefactos y exploraciones creadas por todas las familias participantes.
Los movimientos itinerantes de las canastas errantes, no sólo continúan las conversaciones curriculares que se generan en el jardín cuando los niños y niñas están físicamente aislados, sino que también permiten que estas conversaciones se nutran de las especulaciones y exploraciones hechas en cada familia. En este proceso, las familias experimentan con la práctica pedagógica de documentación y así, a través de la fotografía, notas y videos, pueden documentar sus vivencias con las propuestas de la canasta errante. La documentación crea ‘huellas’ pedagógicas de lo sucedido. Estas ‘’huellas’ son compartidas con las educadoras, quienes las incorporan en las decisiones que activan la continuación de los procesos curriculares.
Las canastas tejidas, hechas de diferentes fibras naturales, son de gran importancia en los mundos de la vida andina. Las canastas están hechas de formas específicas según lo que llevarán. Hay canastas que se usan para cargar frutas y verduras, otras para lavar el maíz blanco, otras para llevar ropa y otras pequeñas hechas específicamente para contener huevos. Las canastas son una parte íntima de la vida de las mujeres andinas y, a menudo, se llevan de la misma manera que los niños y niñas: en la espalda de la mujer y sostenidas por un paño. La canasta errante se inspira en la belleza, la especificidad y la co-dependencia que encontramos en las historias de las canastas en Cuenca.